Petrit Baquero Escritor |
Por Petrit Baquero.
Cuando empecé a oír salsa o, más bien, un poquito después, cuando mi papá me puso a escuchar el álbum “Siembra” que, de verdad, marcó muchas cosas en mi vida, quedé maravillado por las letras -y la voz- de Rubén Blades, pero también por los trombones fuertes, aunque complejos armónicamente (que después, en clase de música, supe que eran tres y, a veces, cuatro) que sonaban como pitos de un camión, pero también como un conjunto de jazz de inmejorable calidad.
Cuando empecé a oír salsa o, más bien, un poquito después, cuando mi papá me puso a escuchar el álbum “Siembra” que, de verdad, marcó muchas cosas en mi vida, quedé maravillado por las letras -y la voz- de Rubén Blades, pero también por los trombones fuertes, aunque complejos armónicamente (que después, en clase de música, supe que eran tres y, a veces, cuatro) que sonaban como pitos de un camión, pero también como un conjunto de jazz de inmejorable calidad.